En el competitivo mundo laboral actual, no solo los títulos y la experiencia cuentan, sino también… la báscula. Así es, numerosos estudios indican que tendemos a confiar más en personas atractivas, y aunque nos cueste admitirlo, la belleza sigue siendo un factor que influye en las decisiones, incluso en algo tan importante como contratar a alguien para un puesto de trabajo.
Conscientes de este sesgo, algunas empresas y organizaciones han intentado reducirlo, pidiendo que los currículums no incluyan fotos. La idea es simple: si no ves el rostro de la persona, te enfocarás en su experiencia y habilidades. Sin embargo, el problema radica en que la mente humana está programada para valorar la apariencia, y cambiar ese sesgo inconsciente es mucho más complicado de lo que parece.
En el Reino Unido lo tienen claro: si no puedes cambiar la mente de las personas, cambia la apariencia. Actualmente, está en marcha un estudio de cinco años en el que a personas en situación de desempleo y con obesidad se les ofrecen inyecciones adelgazantes. Estas inyecciones, que proporcionan resultados milagrosos (aunque a un precio elevado), buscan analizar cómo la pérdida de peso podría mejorar sus posibilidades de conseguir trabajo.
La premisa es interesante, aunque un tanto inquietante: ¿es justo que el peso influya tanto en las oportunidades laborales? ¿O estamos simplemente perpetuando un sistema que da más valor a la imagen que al talento? Si bien este estudio aún está en curso, plantea una reflexión importante sobre cómo el sesgo de la apariencia sigue siendo un obstáculo para una verdadera igualdad en el acceso al empleo.
Así que, entre currículums sin fotos e inyecciones adelgazantes, parece que la búsqueda de trabajo se está transformando en un curioso experimento de belleza… y confianza.