Ya no poseemos lo que compramos. Puede parecer una afirmación exagerada, pero es una tendencia que está creciendo de forma exponencial.
Algunos ejemplos que ya estamos sufriendo: programas básicos como Office o Photoshop ya no pueden comprarse. Compras una suscripción al servicio. De este modo no solo acabas pagando mucho más que con una compra, sino que si en algún momento no puedes pagar tu suscripción, dejan de funcionar. Y no sólo eso. Por defecto, todo tu trabajo se guarda “en la nube”, es decir en sus ordenadores. Si el espacio que te “regalan” se queda pequeño -cosa que ocurrirá- tendrás que pagar una tarifa adicional. Si este proveedor decide cambiar sus condiciones o tarifas, cambiar a otro va a ser un quebradero de cabeza. Y si dejas de pagar o esa empresa cierra, todo tu trabajo simplemente puede desaparecer.
Además está el tema de la privacidad: por defecto les autorizas a que utilicen tu trabajo para entrenar sus motores de Inteligencia Artificial y presentar partes de él como respuestas al público. Aunque sean documentos confidenciales de una posible fusión de empresas o una obra de arte única que ha costado muchas horas.
Lo mismo ocurre a nivel particular. Puedes adquirir un lector de libros electrónicos como el Kindle de Amazon técnicamente maravilloso y llenarlo comprando cientos de libros. Pero de vez en cuando Amazon decide que ese libro no lo va a vender más. Porque ha caducado su contrato de derechos de autor, porque es polémico, o porque ya no les compensa, hay muchas razones y raramente trascienden al usuario. En el momento en retiran ese libro de su catálogo, desaparece de tu Kindle. Aunque lo hayas comprado y pagado.
Ocurre con las películas o series que compras en tu servicio de streaming favorito.
Muchos teléfonos móviles ya no tienen tarjeta de memoria extraíble. Tus fotos se guardan en los ordenadores de Apple, Google, Samsung,… Perfecto. Hasta que el exiguo espacio que te regalan se acaba y te ves obligado a pagar una suscripción por más espacio en lugar de extraer tu tarjeta de memoria, copiarla en tu ordenador y comprar una más grande. Y si dejas de pagar, adiós a tus recuerdos.
O en tu coche. Si tu Tesla se repara en un servicio técnico no oficial, se considera un “vehículo salvaje” (literalmente) y se desconectará de forma remota. Ya no podrás usarlo más a no ser que pases por Tesla y rehagas la reparación en sus talleres. Muchos vehículos de alta gama tienen servicios de suscripción que pueden hacer inútil tu vehículo. El más conocido son los asientos calefactables de BMW: el coche los lleva de serie (Y lo pagas en su precio de compra) pero sólo puedes usarlo si pagas una cuota mensual. En caso contrario, se desactivan remotamente. Pero ocurre con los asistentes de conducción, los mapas del GPS… o pagas cada mes o simplemente dejan de funcionar. No te quedas con un mapa desactualizado, te quedas sin nada.