Hablábamos en nuestra entrada anterior de la inseguridad jurídica que provocan los continuos cambios en las normas que afectan al transporte, especialmente en el ámbito del control de emisiones.
En este sentido, vuelven a la actualidad las airadas quejas con apocalípticas previsiones a cuento de la modificación de la ZBE de Madrid. Con el bonito nombre de “Madrid 360” se han bautizado un conjunto de normas medioambientales que convertirán, el 1 de enero de 2025, todo el término municipal en ZBE.
El actual ayuntamiento, que presumía de su enfrentamiento contra la tímida norma ZBE que impulsó Manuela Carmena, ha dado un gigantesco golpe de timón y ha decidido convertirse en el más firme luchador contra los vehículos viejos. Diversas asociaciones dicen despectivamente que Madrid 360 sse ha vuelto “ultraecologista”, un calificativo claramente exagerado.
Según sus estimaciones, más del 50% de camiones que actualmente entran en la ciudad, estarán prohibidos dentro de 6 meses. No pueden sustituirse por vehículos nuevos en tan corto plazo, en parte porque la economía del sector simplemente no permite afrontar esta inversión, y en parte porque los plazos de entrega de vehículos nuevos son generalmente superiores. El resultado, siempre según las estimaciones del sector, será que se producirá desabastecimiento en la capital y un aumento desorbitado de los precios.
Habrá otras consecuencias mas curiosas, como las que ya se notaron tras la adopción de la ZBE de Barcelona: miles de vehículos de alto precio -camiones, autobuses y turismos- en perfecto estado se han tenido que vender a precio de chatarra y compra-ventas de todo el país peregrinan para comprarlos y revenderlos en otras ciudades o países que -de momento- no dan tanta importancia al medio ambiente.
También notarán sus efectos poblaciones menores. Ante la falta de camiones nuevos, muchas empresas grandes envían los vehículos más modernos de su flota a abastecer estas ciudades y reasignan los más viejos a las menos restrictivas. Aumentarán así las diferencias entre las capitales y la “España vaciada”